lunes, 5 de noviembre de 2012

Experiencias reales.


RAQUEL

Raquel de 24 años ha sido diagnosticada recientemente de esquizofrenia al presentar un segundo episodio de psicosis. El tratamiento ha sido eficaz y ha aliviado sus síntomas sin embargo, ella está preocupada y alterada por su diagnóstico.

Raquel ha estado trabajando durante mucho tiempo con su psicólogo y ha sido capaz de trabajar y finalmente establecer una secuencia de acontecimientos que ocurrieron entre 8 y 9 meses antes de su primer episodio de psicosis. Empezó a sentirse deprimida tras una determinada situación en su trabajo. En esa misma época había empezado una relación con un hombre y progresivamente se había sentido insegura.
Justo antes del inicio de la psicosis ella y su novio se fueron a Ibiza de vacaciones. El vuelo llevaba retraso con lo que permanecieron 24 horas en el aeropuerto. En Ibiza su novio quería ir a una fiesta. Ella estaba cansada y quería irse a la cama, pero aceptó sin estar demasiado convencida y fue con él. Mientras le ofrecía una bebida se fue animando un poco. Al poco tiempo después de empezar a beber empezó a tener alucinadiones y a sentirse muy alterada, por lo que tuvo que ser infresada en el hospital. Su segundo episodio fue menos intenso,  pero sucedió unas semanas más tarde tras salir de alta cuando acudió a la boda de un familiar y empezó a sentirse mentalmente mal e inestable otra vez.
Observando estas secuencias la mujer empezó a ver la relación entre la línea temporal y el modelo de vulnerabilidad-estrés.  Estaba horrorizada con la palabra “esquizofrenia” y de revivir su psicosis. A partir de este punto trabajó con su psicólogo el desarrollo de un programa para reforzar su autoestima y examinar los signos tempranos de alarma y las estrategias para abordarlos. Evolucionó positivamente.


JOSÉ MIGUEL

José Miguel de 42 años padece esquizofrenia desde hace diez.  Estaba estable en general pero le costaba realizar sus actividades rutinarias, a lo que se denomina síntomas negativos, además tenía voces ocasionales, con las que había aprendido a convivir.
Deseaba visitar a sus padres que vivían en Barcelona pero no consideraba que estuviera lo suficientemente bien como para viajar.

José Miguel explicaba que había periodos casi diarios en los que creía volverse loco. En esos momentos se producía un incremento de las alucinaciones y aparecían palpitaciones, sudoración y náuseas. Eso ocurría normalmente a mitad de la tarde.  
El psicólogo trabajó con él e intentaron determinar lo que sucedía en esos días cuando estaba en este estado de locura y qué sucedía los días que no pasaba.
Cuando sufría sus crisis de locura, su rutina era estar en la cama hasta la 1 del mediodía, levantarse, tomar un café rápido e iba a pasear a los perros de la perrera local. Volvía al piso sobre las 4:30 de la tarde, con la comida principal fijada a las 5:30 de la tarde.
Los días que no sucedía se levantaba sobre las 11 de la mañana, tomaba un café e iba al Centro de Día. Hablaba con amigos, jugaba a cartas, comía, volvía la piso protegido sobre las 4:30 de la tarde.
Se discutieron las principales diferencias entre los dos tipos de día, él sentía que la diferencia era la comida, era la que cuadraba con los aspectos de sus episodios de locura y se le ofreció una posible explicación que podía ser la hipoglucemia. Se pudo formular entonces un programa para comer o al menos tomar una barra de chocolate al mediodía durante 2 semanas. Durante ese tiempo no hubo episodios de volverse loco para nada y se estableció un patrón más regular para despertarse, que mejoró los síntomas negativos.
Lo más interesante es que identificó los periodos de locura como un problema. Nueve meses más tarde, ya mucho más estable,  pudo ir a ver a sus padres.

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